Es desgarrador sentir como el control se escapa por los huecos de tus dedos. Caes una vez en la tentación y tu mente te atrapa descontroladamente. Ya no sabes cómo salir de esa prisión que has construido tú mismo. Y cómo explicar a los ojos que no lo ven aquello que te ahoga. Haces daño sin intención alguna y optas por sumirte en una cueva oscura.
Te alejas de aquello que te apasiona y te apagas lentamente. Y así, vas quemando cada pedacito de humanidad construida. Hasta no saber en lo que te has convertido. Miras atrás y no te reconoces, solo anhelas fuertemente lo que un día fue. Un laberinto de tiempo invisible. Sin mapa ni señales. A la deriva…
Sin recorrido,
Claudia Frey
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